En un plazo no mayor a cinco años, los tres glaciares que aún existen en México —ubicados en el Citlaltépetl (Pico de Orizaba), el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl— podrían desaparecer por completo debido al avance del cambio climático y la actividad volcánica. Investigadores de la UNAM alertaron que esta pérdida no sólo es inevitable, sino que sus efectos afectarán gravemente al clima regional, la agricultura y la disponibilidad de agua en comunidades que dependen de estos ecosistemas.

Hugo Delgado Granados, investigador del Instituto de Geofísica, explicó durante una mesa de trabajo en la UNAM que ya no existe posibilidad técnica ni económica de conservar estos cuerpos de hielo. Los glaciares mexicanos están por debajo de la línea de equilibrio —el límite donde se acumula más hielo del que se pierde—, lo que los condena a desaparecer. Por ejemplo, en el Citlaltépetl se ha registrado una pérdida del 20% en su masa glaciar solo en los últimos cinco años.

El fenómeno, sin embargo, va más allá de lo ambiental. Francisco Estrada Porrúa, coordinador del Programa de Investigación en Cambio Climático de la UNAM, indicó que México se está calentando a un ritmo de 3.2 grados por siglo, cifra muy por encima del promedio global de 2 grados. Esto no sólo acelera la desaparición de los glaciares, sino que impactará directamente sobre la economía nacional, especialmente en regiones clave del corredor industrial.

Sophie Ávila Foucat, del Instituto de Investigaciones Económicas, agregó que la gestión del agua es otro punto crítico. Según datos de CONAGUA, casi el 68% del agua disponible en el país se destina al sector agropecuario, mientras que apenas el 14.7% se dirige al consumo doméstico. Esto agrava el problema del acceso al agua en zonas rurales y muestra la urgencia de replantear el papel de las comunidades en la gobernanza de los recursos hídricos.

El caso más simbólico de este colapso glaciar fue el del Ayoloco, en el Iztaccíhuatl, cuya desaparición fue declarada oficialmente en 2018. Una placa colocada por la UNAM en 2021 dejó constancia de su pérdida y de la responsabilidad intergeneracional: “sabíamos lo que estaba sucediendo y lo que era necesario hacer”. Hoy, cuatro años después, los demás glaciares están en la misma ruta de extinción.

Además de las consecuencias ecológicas y sociales, los glaciares también tienen una importancia cultural. Durante siglos han sido referentes climáticos y espirituales para comunidades indígenas. Su desaparición no solo afecta la biodiversidad o el abastecimiento hídrico, sino también el tejido simbólico que los rodea. Por eso, 2025 fue declarado por la ONU como el Año Internacional de la Preservación de los Glaciares, aunque para México, podría ser ya demasiado tarde.

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