Once hombres fueron asesinados la noche del martes en la comunidad de Rancho Viejo, municipio de Tecoanapa, Guerrero, en lo que parece ser un nuevo episodio de violencia ligada al crimen organizado. Las víctimas, algunas semidesnudas y descalzas, fueron colocadas en fila sobre la calle y junto a ellas se halló una camioneta incendiada. Aunque la Fiscalía estatal confirmó el hallazgo, no proporcionó mayores detalles, limitándose a señalar que ya se abrió una carpeta de investigación por los hechos.

La información oficial es escasa y se maneja con el mismo hermetismo que caracteriza a las autoridades guerrerenses en este tipo de casos. Aún se desconoce la identidad de las víctimas y no hay certeza sobre si pertenecían a algún grupo criminal. Según reportes extraoficiales, podrían haber sido sacadas de sus domicilios entre las 21:00 y 23:00 horas, cuando presuntos delincuentes habrían cerrado los accesos a la comunidad para perpetrar la ejecución múltiple. Algunas versiones indican que uno de los muertos sería un jefe de plaza local.

La región de Costa Chica, donde se ubica Tecoanapa, es una zona históricamente disputada por los grupos criminales Los Ardillos y Los Tlacos. Desde la captura de Vicente Gerardo Telefor, alias “La Garza”, presunto líder de Los Ardillos en noviembre de 2024, la violencia ha recrudecido en la zona. Aunque no hay confirmación oficial, medios locales vinculan la matanza con la lucha por el control territorial entre estos grupos, cuya pugna ha sumido a Guerrero en un estado constante de guerra.

La masacre no es un hecho aislado. Apenas el 5 de marzo, Martín Ruelas, un profesor jubilado y exmiembro de la policía comunitaria UPOEG, fue asesinado frente a su casa en el mismo municipio. La UPOEG surgió como una organización de autodefensa, pero con el tiempo ha sido señalada de mantener nexos con el crimen organizado. La violencia ha alcanzado incluso a figuras políticas, como el jefe de escoltas del alcalde de San Marcos, decapitado el año pasado, y el asesinato del propio alcalde de Chilpancingo meses después.

Rancho Viejo, como muchas otras comunidades de Guerrero, se encuentra atrapada entre grupos criminales, policías comunitarias cooptadas y autoridades ausentes. La reacción de los pobladores tras la masacre también refleja el temor: se negaron a que las autoridades se llevaran los cuerpos, posiblemente por desconfianza en las instituciones o por miedo a represalias. Esta situación impide incluso realizar peritajes adecuados para esclarecer los hechos.

El mismo día de la matanza, pero a casi 400 kilómetros al norte, en Teloloapan, otro enfrentamiento tuvo lugar entre el Ejército mexicano y miembros de La Familia Michoacana, lo que deja en evidencia que la violencia no está focalizada en una sola región de Guerrero, sino que se extiende por todo el estado, con múltiples grupos armados disputándose el control de territorios estratégicos.

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